lunes, 13 de agosto de 2007

Liberalismo y autoritarismo"fujimorismo"

La decisión de "reinsertar" al Perú en la economía internacional ha tenido dramáticos efectos recesivos, en una situación de profunda postración económica de la que hasta hoy el país no logra recuperarse. Sin embargo, el "shock" mereció el eufórico aplauso de los empresarios, de los tecnócratas y de los medios de comunicación, despejándose los temores de que el Presidente fuera una comparsa de García.
Pero, de otro lado, Fujimori supo acallar la irritación de la población burlada alegando que no había alternativa realista al estado de catástrofe nacional del que eran responsables los gobiernos anteriores por su manifiesta ineficiencia y corrupción, y el sistema institucional dominado por la "partidocracia"; así, Fujimori se apropió de las tesis de Vargas Llosa por partida doble.
Tal como el general Ve1asco durante su gobierno (1968-75) asumió como suyas las tesis de Michels, también Fujimori acusóa los partidos de estar dominados por oligarquías irresponsables que habían disipado las posibilidades del país durante los últimos 30 años, coincidiendo con las críticas a estas organizaciones que se hacían en otros países. Estas argumentaciones fueron convalidadas por las disensiones partidarias y las acusaciones parlamentarias contra el ex-Presidente García, algunos de sus ministros y amigos por apropiación ilícita de recursos públicos y privados.
Las enérgicas expresiones de Fujimori y su decisión de eliminar dichos vicios concitó el aplauso público, como reiteradamente se vería en losresultados de las encuestas de opinión pública, que pasaron a constituir laexpresión válida de los intereses y aspiraciones sociales, en vista de la desarticulación y desprestigio de las organizaciones de la sociedad.
Estos testimonios contribuyeron a que el "shock" fuera acatado por lapoblación como un sacrificio necesario, aunque provisional, que enrumbaría http.//www.iep.org.pe
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Julio Cotler
definitivamente al país por el camino del orden y la prosperidad, gracias a la indispensable colaboración externa. En estas circunstancias, los acendrados proyectos nacionalistas se desvanecieron después que durante seis décadas habían sido los puntales de las movilizaciones políticas; mientras, los valores de eficacia y honestidad pasaron a ser los dominantes, identificados personalmente con Fujimori, permitiéndole arrogarse la representación personal de las frustraciones y esperanzas del "pueblo" desorganizado.
De este modo, la tan mentada "crisis de la clase política" y "el divorcio entre sociedad y Estado", a los que intelectuales y periodistas hacían constante alusión, se arraigó en la conciencia pública e incluso entre los desconcertados políticos "tradicionales" planteándose, finalmente, el problema de la estructura y funcionamiento antidemocráticos de los partidos y la necesidad de recuperar su perdida conexión con la sociedad.
Pero si el Legislativo le otorgó a Fujimori amplios poderes de emergencia para avanzar en la reestructuración liberal, también asumió una desconocida conducta fiscalizadora que el Ejecutivo resistió considerándola una intromisión a sus atribuciones. Mientras tanto García, que había sido un secreto cómplice en el triunfo de Fujimori, ahora buscaba orquestar la oposición, con la clara intención de recuperar su perdida popularidad y, eventualmente, retomar el poder en 1995.
El temor a esta posibilidad sustentó el apoyo a la reiterada oposición de Fujimori a las propuestas de coordinación que diversos parlamentarios le alcanzaron, produciéndose constantes fricciones entre ambos poderes que Fujimori no cesaría de azuzar, estableciendo un curso de colisión con la seguridad de que el desprestigio del Parlamento y de los partidos lo favorecerían.
Entre noviembre de 1991 y marzo de 1992 las tensiones entre ambos poderes se extremaron. La oposición parlamentaria a otorgar facultades irrestrictas a las Fuerzas Armadas para combatir la subversión se conjugó con el rechazo del Ejecutivo a las propuestas parlamentarias relativas al gasto social. Entonces, las repetidas proclamas autoritarias de Fujimori fueron interpretadas por algunos observadores como claras advertencias sobre sus intenciones golpistas. http.//www.iep.org.pe
Descomposición política y autoritarismo en el Perú
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La insólita acusación de corrupción formulada por la esposa del Presidente contra los familiares de éste, que cuentan con una influencia política decisiva, determinó el desenlace. La formación de una comisión de investigación parlamentaria que pondría en peligro su creciente autonomía, decidió que Fujimori llevara a cabo el plan que, al decir de distintos observadores, habría sido preparado y desarrollado por el servicio de inteligencia militar.
El 5 de abril de 1992 Fujimori "suspendió" la Constitución y formó un "gobierno de emergencia y reconstrucción nacional" con la colaboración de la Fuerza Armada, aduciendo que el Parlamento y, en general, la insti-tucionalidad le impedía reestructurar el país para refundar la república, reemplazando la democracia "formal" por otra "real"16. Acto seguido, la emprendió contra periodistas, sindicalistas y políticos, obligando al ex-Presidente García a asilarse en Colombia.
El respaldo masivo de la población a esta decisión y la participación de la fuerza armada incapacitó a los maltrechos partidos y sindicatos para desplegar una acción efectiva, facilitándole al gobierno la tarea de depurar la administración pública y colocar a un personal incondicional en los tribunales y los comandos militares, supuestamente para moralizarlos y darles una mayor eficacia operativa. Asimismo, esta acción también le permitió decretar una racha de reformas liberales acordadas con los organismos internacionales que, paradójicamente, los denostados partidos avalaron.
La necesidad de legitimar su decisión lo llevó a convocar a un frustrado "Diálogo Nacional", en donde se expondrían las aspiraciones sociales que serían incorporadas en una nueva constitución redactada por un grupo de notables y que el "pueblo"ratificaría en un plebiscito. Mediante este socorrido procedimiento autoritario Fujimori pretendió establecer una "nueva democracia", en donde sin intermediación política, el "pueblo" expresaría sus preferencias, incentivando a incautos intelectuales y políticos a proponer formas de "democracia directa", sin medir sus consecuencias políticas.

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